Lejos de Dios

Posted: Octubre 27, 2023 in Llibres, Opinions
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Leyendo estos días a Simone Weil siento que muchas de sus reflexiones encajan en estos momentos que nos toca vivir. Una de ellas, si he sido capaz de entender bien lo que esta genial filósofa propone, es que el mal es un elemento necesario en la arquitectura del mundo, porque nos permite entender cuan necesario es el bien y nos permite ejercer la libertad. ¿Y qué es el mal? El mal sería aquello que está más alejado de Dios, entendiendo por Dios lo que cada uno y cada una pueda sentir.

Cuando leo la carta que escribió a Maurice Schumman el 1942, y su idea de creación de un cuerpo de enfermeras posicionado en primera línea de frente, veo claramente el deseo de Simone Weil de una nueva Europa, alejada del principio de la fuerza que ha practicado durante siglos mediante la barbarie del colonialismo. Sorprendentemente, incluso desde su posible blanquitud, ella descubre de forma inmediata el vínculo del desastre que vive ante el nazismo y la segunda guerra, y el colonialismo practicado por Europa durante siglos. Intuye de forma brillante y en el momento, lo que Achille Mbembe, Aimé Cesaire o Frantz Fanon denunciarán enérgicamente después. Su propuesta se enfrenta de forma frontal a la imagen contraria de esa combinación de fanatismo y vacío moral de las SS y del hitlerismo, y lo hace precisamente como solución a los males que aquejan a Europa en general. El problema no solo fue el nazismo, el problema fue no saber leer lo que anidaba en Europa y lo que era capaz de generar monstruos como el nazismo.
Hoy me temo que lo más alejado de ese Dios es el estado de Israel y su principio de fuerza desmesurada. Occidente, porque Israel no es más que una colonia de occidente, repite sus errores una vez más e insiste en su barbarie tradicional. Cabria volver a pensar si después de esta catástrofe humana de espíritus y cuerpos podríamos ser capaces de cambiar, de buscar otras formas de construir nuestra civilización, pero parece claro que si ello sucede no será de la mano de nuestros dirigentes europeos, porque ellos también están muy lejos de Dios.
No soy especialmente creyente, a veces creo en Dios y a veces no, y no soy apenas ni capaz de discernir porque me ocurre eso. Sin embargo, si tengo un fuerte deseo de verdad y de que sucedan cosas buenas para todos en esta tierra, para humanos y no humanos. Coincido en demasiadas cosas con los valores de Simone Weil y siento que para desesperación suya, si aún viviera, vería como de forma progresiva Europa y su Occidente se ahogan finalmente en el vicio de la idolatría hacia la fuerza, en la falsedad y en la maldad, y probablemente ya solo le cabría la esperanza de pensar que desde otros lugares del mundo alguien pueda tener la intención de buscar caminos distintos fundamentados en energías mucho más benignas que este brutalismo que esparcimos hace siglos desde Europa y EEUU.

 

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