Con frecuencia, ante determinados problemas de carácter territorial, ya sean de tipo interno o que puedan estar relacionados con conflictos entre dos o más estados-nación, se recurre a la idea del derecho internacional. Es un artefacto que siempre me ha resultado extraño, o por lo menos dudoso en cuanto a su supuesta legitimidad, porque la historia nos muestra que ese tal “derecho” se ha fundamentado por lo general en la fuerza. Seguramente lo que debería haber es una justicia internacional que obligara a todas esas potencias que han usado la fuerza y han generado graves problemas de convivencia en diferentes partes del mundio a reparar sus crímenes.
En el caso del conflicto de próximo oriente, y sobre todo el relacionado con la ocupación de Palestina, tenemos toda una suerte de elementos que podrían ser considerados parte de ese sospechoso derecho internacional, y cuando profundizamos un poco en su génesis y su carga de justicia, o más bien de injusticia, nos sumen cuando menos en la desorientación. Sucede con el siniestro tratado Sykes-Picot, pero también con la famosa declaración Balfour, que examinaremos un poco de cerca acto seguido.
No voy a decir brillantes cosas novedosas sobre dicha declaración, pero, ya que estoy metida en este repaso, creo que no puedo ignorar este episodio. En primer lugar, esa pomposa declaración no fue más que una carta del citado ministro, Arthur Balfour, al potentado y barón Rotschild, que en aquel entonces era líder de la comunidad judía en Gran Bretaña. Una carta que bien podía haber tenido tanto valor como las cartas que Mac Mahon escribió al jerife de La Meca Hussayn. Es cierto que los hechos nos demostraron finalmente que la declaración Balfour no quedó en papel mojado, pero también fue por factores coyunturales que inclinaron el posibilismo y la falsedad que caracterizaba al imperio Británico hacia el lugar menos incómodo. También merece la pena recordar que la carta de Balfour se dirigía a otra persona blanca occidental perteneciente a una cultura colonizadora, y no a un miembro de uno de esos pueblos a los cuales el mismo Balfour creía “inferiores”.
Y más que el valor de la carta y su fetiche, podria ser el personaje mismo de Arthur Balfour el que nos pudiera dar más pistas sobre algunas de las cosas que sucedían en aquellos momentos. Balfour, miembro de la aristocracia escocesa, representaba de un modo excelente muchas cosas de las que el imperialismo británico cargaba con orgullo; la diplomacia entendida como el arte de mentir y jugar con los tempos, el juego a distintas bandas, la capacidad de decir cosas que podian interpretarse de modos distintos según quien las escuchara o leyera, el supremacismo y el desprecio hacia oriente, la prepotencia, y por supuesto el colonialismo, que ante la posibilidad de que todo lo anterior se hiciera de forma torpe y desacertada, siempre contaba con la brutalidad de la fuerza.
Arthur Balfour era un erudito, un filósofo que publicó diferentes obras, lo cual también viene a demostrar las sombras de nuestra cultura occidental. Una erudición y un entendimiento del mundo que nos ha dejado lo que tenemos ahora mismo entre manos; de momento casi 12 mil personas muertas y más de 4 mil de ellas niñas y niños. La razón por la cual la Declaración Balfour fue un hito, que se revive actualmente, probablemente se deba a que se considera como el elemento clave que permitió la creación del estado de Israel y al mismo tiempo la existencia del largo conflicto árabe-israelí.
La crítica a dicha declaración se fundamenta en diferentes motivos; el primero lo sintetizaba de forma muy clara el pensador estadounidense y palestino Edward Said;
“Fue hecha por un poder europeo acerca de un territorio no europeo con el más absoluto desprecio, tanto hacía de la presencia como hacia los deseos de la mayoría nativa residente en ese territorio”.
La declaración también fue una de las tres promesas contradictorias hechas por los británicos en tiempos de guerra. Cuando se publicó, Gran Bretaña ya había prometido a los árabes la independencia del Imperio Otomano en la correspondencia Hussein-McMahon de 1915. Los británicos también prometieron a los franceses, en un tratado separado conocido como acuerdo Sykes-Picot de 1916, que la mayor parte de Palestina estaría bajo administración internacional, mientras que el resto de la región se dividiría entre las dos potencias coloniales después de la guerra. La declaración, sin embargo, significaba que Palestina quedaría bajo ocupación británica y que los árabes palestinos que vivían allí no obtendrían la independencia.
Además introdujo un concepto sin precedentes en el derecho internacional: la de “hogar nacional”. El uso del difuso término “hogar nacional” para el pueblo judío, en contraposición a “estado”, dejó el significado abierto a interpretación. Borradores anteriores del documento utilizaban la frase “la reconstitución de Palestina como Estado judío”, pero luego se cambió. Sin embargo, en una reunión con el líder sionista Chaim Weizmann en 1922, Arthur Balfour y el entonces Primer Ministro David Lloyd George supuestamente dijeron que la Declaración Balfour “siempre significó un eventual Estado judío”.
Mi idea es que fue una maniobra colonial sucia y mezquina, más propia de la dinámica colonialista del imperio británico, y de los imperios occidentales en general. Lo que me resulta sorprendente es verificar que esta también es la opinión de muchos judíos contrarios a la creación del estado de Israel. Cuando se celebraba el centenario de la declaración, Al- Jazeera publicó una entrevista a un estudiante judio de doctorado de Londres en la que este afirmaba que “Palestina no es el desafortunado encuentro de dos movimientos nacionales legítimos… el problema es, y siempre, fue un nacionalismo colonial único, que no puede permitir un lugar igual en la tierra para sus habitantes indígenas.” … “La Declaración reserva plenos derechos ‘políticos’ solo para los judíos, autorizados por el imperio británico para servir como administradores civilizados de los nativos”.
En una carta fechada en 1914, el líder del movimiento sionista, Chaim Weizmann, escribió: “Si Palestina cayera dentro de la esfera de influencia británica y Gran Bretaña alentara un asentamiento judío allí, como dependencia británica, podríamos tener, en 20 o 30 años, un millón de judíos allí… formarían… una guardia muy eficaz para el Canal de Suez”.
— Texto de la Declaración Balfour traducida al castellano en Wikipedia —
“El Gobierno de Su Majestad contempla con beneplácito el establecimiento en Palestina de un hogar nacional para el pueblo judío y hará uso de sus mejores esfuerzos para facilitar la realización de este objetivo, entendiéndose claramente que no se hará nada que pueda perjudicar los derechos civiles y religiosos de las comunidades no judías existentes en Palestina, o los derechos y el estatus político de los judíos en cualquier otro país.

